martes, 9 de abril de 2013

Vértigo

 
Las copias en color conservadas de Vértigo llevan el título de “Casta andaluza”. Es éste el tercer nombre conocido de una película que en el libreto se titulaba “Frenesí”. Cualquiera de los tres casa con el contenido de la cinta pero “Vértigo” es el apodo con el que don Cosme (Félix Fernández) apoda a su pupilo por su carácter inquieto. De hecho, el guión arranca con una de sus impetuosas cabalgadas hasta la “escarpadura” donde se producirá el desenlace. Este principio sólo ha perdurado en una copia en blanco y negro; los materiales en color arrancan con una discusión entre Blanca y María; Álvaro sólo aparece más tarde, desmontando del caballo. Aún así, ya iremos comprobando que estamos ante una película que podríamos denominar “post-telúrica”, ya que los elementos naturales se emplean como metáfora de las pasiones y el argumento evoluciona en paralelo con los ciclos estacionales, un recurso que Eusebio Fernández Ardavín ya había utilizado en Rosa de Madrid (1927). Si en el caso de Un soltero difícil el esquema es de comedia romántica, ahora se intenta primar el drama psicológico sobre el paisajismo, aunque ambas películas estén ambientadas en Andalucía y esto dé pie a recrearse en los paisajes meridionales y a introducir una vez más varias estampas típicas.
 
Las primeras escenas nos sitúan en la pisa de la uva. Estamos por tanto en los primeros días de septiembre. Después de establecer el enfrentamiento entre las dos mujeres en un interior jugado al claroscuro y favoreciendo los perfiles de las actrices –María / Lina Yegros a la derecha del fotograma y Blanca / Ana Mariscal a la izquierda- Álvaro se encuentra con Carmela en una escena que contrasta con la anterior al desarrollarse en un exterior luminoso. La divergencia es aún más perceptible por la división del trabajo entre operadores de exteriores -Andrés Pérez Cubero y José Luis Pérez de Rozas- y de interiores, firmados por Berenguer. Se plantea en ella la danza como un cortejo amoroso y ya en el guión está planteada como un montaje a la soviética, que alterna en progresión rítmica la faena con el naciente deseo de Álvaro por la joven gitana. De hecho, Carmela va sacando a varios hombres al centro del círculo, excitando los celos de Manuel, el capataz (Alfonso Estela), hasta emparejarse con Álvaro.
 
La primera pista sobre el sentido –aún impenetrable- del drama llega después del calentón. Álvaro lleva a María en brazos hasta su dormitorio, la deposita en la cama y sigue a Blanca. Llama a su puerta. Dentro, ella hace un gesto ambiguo: podría tanto estar negándole la entrada como provocándolo. No se trata únicamente de la puesta en escena, ya que es evidente que la censura nunca permitiría que Blanca abriera la puerta ni que Álvaro la tirara abajo. Se trata simplemente de acumular tensión dramática hasta que él regresa junto a su esposa dormida y comienza un flashback puntuado por toda clase de encadenados y flous que explica sin explicar la boda, la esperanza del hijo, la caída del caballo y el desvanecimiento de ella antes de consumar el matrimonio.
 
A pesar de ello, la experiencia de Ardavín con el color debió de parecer satisfactoria a los productores porque firma junto a Raymond Bernard La bella de Cádiz / La belle de Cadix (Raymond Bernard / Eusebio Fernández Ardavín, 1953) en Gevacolor y supervisa la realización de La reina mora (Raúl Alfonso, 1954), primera cinta española en Ferranicolor. Es la tercera versión de la zarzuela del maestro Serrano y los hermanos Álvarez Quintero. Firma la fotografía el italiano Aldo Giordani y el negativo se procesa en los laboratorios Spes de Roma. Mariano Ruiz Capillas figura como operador adjunto. El recensionista de la edición sevillana de “ABC” dice que los colores son suaves pero “como de cromo”. A tenor de las copias conservadas el color de Ferrania ha resistido mejor el paso del tiempo que el de Geva. Los tonos un poco lavados de La reina mora no le han restado contraste y el cielo cárdeno del espectacular decorado en el que cantan Pepe Marchena y Antoñita Moreno, hacen empalidecer a los exteriores andaluces en el uniformemente desvaído magenta de La bella de Cádiz. Fernández Ardavín se despide del cine como director adjunto de la exótica coproducción hispano-sueca Llegaron dos hombres / Det kom två män (Eusebio Fernández Ardavín, Arne Mattsson, 1959), con fotografía en blanco y negro de Alfredo Fraile.
 

Vértigo (1950) 
Productora: Selecciones Capitolio – S. Huguet (Barcelona) 
Director: Eusebio Fernández Ardavín.
Fotografía: Manuel Berenguer (interiores), Andrés Pérez Cubero, José Luis Pérez de Rozas (exteriores). 
Intérpretes: Fernando Granada (Álvaro), Ana Mariscal (Blanca), Lina Yegros (María), Lola Ramos (Carmela), Félix Fernández (Cosme, el preceptor), Alfonso Estela (el capataz), Modesto Cid (el mayordomo), Carlos Pérez de Rozas (Álvaro, el hijo), María Severini.
Color por Cinefotocolor. Normal. 91 min.
Estreno: Madrid, Rex: 28 de mayo de 1951.

No hay comentarios:

Publicar un comentario