martes, 9 de abril de 2013

Todo es posible en Granada



El ballet de Todo es posible en Granada se rueda en siete decorados diseñados por Pepe Caballero: la Alhambra, las cuevas de Sacromonte, la cueva del prodigio, la cripta de las ánforas y el harén de Boabdil, el puente de Brooklyn y un parque de Nueva York. Se trata de decorados estilizados, acordes con los figurines y el color, donde predomina el blanco, el negro, ocres, azules y rojos. En la película terminada el decorado del puente de Brooklyn queda reducido a la salida de una estación de metro y, en cambio, tiene mayor desarrollo el regreso del limpiabotas a España.

De nuevo, la justificación es un sueño. El sueño en color de una miss Faulson en blanco y negro. Doce minutos de onirismo decorativo. Después de unos motivos simbólicos que nos introducen en el sueño mediante analogías –una espiral, una telaraña, las cuerdas y la caja de una guitarra, una granada, la caja del limpiabotas en la mesa de una taberna en la que aparecen clavadas siete navajas a golpe de paso de manivela- una partitura de inspiración fallesca sirve de soporte a una coreografía de motivos relacionados con los Cuentos de la Alhambra. Unos alguaciles llevan detenidos a dos hombres por brujos y empujan a una mujer que les pide cuentas. Cuando se marchan, el limpiabotas se acerca a la muchacha. Suena entonces una guitarra flamenca y Antonio despierta a la chica con su taconeo. El baile de la pareja tiene ahora inspiración bolera. A unos pasos juntos le sucede un enfrentamiento mélièsiano. A cada salto y cada vuelta, el limpiabotas y la mujer se van transformando en distintos personajes de la iconografía propia de la españolada: un pescador, una colombina, majos goyescos, afrancesados… El cuerpo de baile arropa a los solistas en tanto resuena un coro. Antonio realiza varios zapateados antes de que la pareja, enlazada por la cintura, ascienda las escaleras hasta el Sacromonte. Fundido en negro.

El siguiente cuadro nos sitúa en la cueva de prodigio, donde los dos reos de brujería van a recibir tormento. El sortilegio no funciona y el corregidor ordena al verdugo que cumpla con su deber, pero el limpiabotas le arrebata el hacha. Su zapateado, obra el prodigio, el suelo se abre bajo sus pies y aparece en el harén. Los guardianes de las favoritas lo atrapan y lo arrojan ante Boabdil (Paco Rabal). En ambos segmentos la música, con fuerte presencia de la percusión, alterna lo burlesco con lo ominoso. El primer indicio de mestizaje se produce cuando Boabdil empalma una navaja albaceteña de medio metro. Escucha entonces un coro de voces masculinas que canta en inglés. Una pared se viene abajo y aparecen los trabajadores americanos subidos en una excavadora. Vienen vestidos con pantalones de peto, camisas de cuadros y cascos. La partitura se desliza por los derroteros del boogie, a cuyos acordes bailan los obreros con las favoritas. El limpiabotas toma entonces a una de las esposas de Boabdil (Rosita Segovia, de nuevo) y ambos ejecutan unos pasos acrobáticos mientras el resto de los miembros del ballet bate palmas. Antonio hace aquí su particular interpretación de los ritmos modernos. Entusiasmados por el baile, los obreros sacan al limpiabotas a hombros. Una fanfarria sirve para enlazar el decorado del harén con la boca de una estación de metro. El decorado muestra una sala de fiestas tras cuyos ventanales adivinamos las siluetas de varias parejas bailando y un letrero luminoso de “Ford”.

Un nuevo corte nos conduce al parque, donde las parejas, sentadas en los bancos, leen el “New York Times”. El limpiabotas baila alrededor de ellos un nostálgico blues en el que una coreografía inspirada en las de Gene Kelly queda punteada por los característicos brincos de Antonio. Un anuncio en el periódico reza “Fly to Granada by TWA”. El limpiabotas coge carrerilla acompañado por un arpegio al piano y se arroja en el interior del diario y lo atraviesa. La pareja que sostenía el periódico señala al cielo. El limpiabotas vuela en un avioncito de feria con sendos molinillos en las manos. Se cruza con unas españolas de peineta y mantilla en un globo cuya barquilla es un toro y con el tío Sam a lomos de una aspiradora, como si de un brujo del siglo XX se tratara. Al pasar sobre la vertical de España, se lanza con los molinillos. El gran final retoma el coro flamenco con los bailarines vestidos de corto y las bailarinas con bata de cola. La pareja es llevada en volandas hasta una cueva. Cuando cierran el visillo para besarse, podemos entrever que el habitáculo ha sido bautizado como el “Sacromonte Palace”.

Todo es posible en Granada (1954) 
Productora: Chapalo Films (Madrid) 
Director: José Luis Sáenz de Heredia. 
Fotografía: Ted Pahle. 
Intérpretes: Merle Oberon (Margaret Faulson), Francisco Rabal (el aguador / Fernando Ortega), Peter Damon (Robbie), Antonio Ruiz Soler “Antonio” (el limpiabotas), Antonio Riquelme (el padre del limpiabotas), Rafael Bardem (Mr. Taylor), Félix Dafauce (Mr. Olivier), José G. Rey (Mr. Cummings), Gustavo Re (el mercader de Trípoli), José Alburquerque (el corregidor), José Isbert (Joaquín), Arturo Marín (“El Jerezano”), Antonio Fernández (el vigilante nocturno), Luis Pérez de León (el anticuario), Joaquín Roa, Félix Briones y Casimiro Hurtado (labradores), Perico Chicote (camarero), y el ballet de Antonio con Rosita Segovia (primera bailarina).
Blanco y negro y Color (por Cinefotocolor) en el ballet. Normal. 98 min.
Estreno: Madrid, Palacio de la Música: 8 de marzo de 1954; Barcelona: Coliseum: 15 de marzo de 1954.


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