martes, 9 de abril de 2013

Duende y misterio del flamenco


Después de una serie de éxitos en los primeros años del sonoro, Harry d’Arrast rueda con la colaboración de Neville, en España y en triple versión idiomática, La traviesa molinera / Le tricorne / It Happened in Spain (Harry d’Abbadie d’Arrast, 1934). No ha vuelto a colocarse detrás de una cámara desde entonces. Durante todo el año 1950, antes y después del rodaje de El último caballo, Neville colabora con su viejo amigo en varios proyectos. Uno de ellos sería una nueva versión de El sombrero de tres picos, de Falla, por supuesto, en color. Escribe entonces Neville: “En España no hay todavía laboratorios en color, así que habría que enviar por avión los negativos, o bien a Inglaterra o bien a los Estados Unidos, que allí revelaran y nos enviaran una copia en blanco y negro para hacer nosotros el montaje”

Es evidente que el Cinefotocolor no se considera aún una alternativa para una producción internacional. En el presupuesto provisional en el que se plantea el coste como si la película fuera exclusivamente española, independientemente de la posible doble versión o de la financiación aportada por d’Arrast, los costes de material virgen y laboratorio corresponden a los de película en blanco y negro. Una Imperio Argentina ya un poco talludita está prevista como molinera y como jefes de equipo figuran Ted Pahle (fotografía), Sigfrido Burmann (escenografía), Pierre Schild (maquetas y trucajes) y Ernesto Halffter (música adicional). El proyecto queda en suspenso al ver el resultado de la adaptación de Antonio Román de otro ballet de Falla: El amor brujo.

El nuevo proyecto de d’Arrast y Neville se titula “The Emperor’s Foot” y versa sobre un norteamericano idealista que, indocumentado y sin dinero, recorre el trayecto de Granada a Madrid con la ayuda de un pilluelo local. El guionista Barney Glazer escribe a ambos desde Beverly Hills en diciembre de 1950 sobre la posible participación de un productor independiente estadounidense en los siguientes términos: “Le he dado toda la información procurada por Edgar sobre costes, necesidad de contar con un equipo y con material americano, y la condición de que el film sea considerado como una coproducción española, así como de los procedimientos en color disponibles en España”, que como sabemos, a estas alturas se reducen al de Daniel Aragonés. Neville también sugiere financiar la producción a base de la distribución en España de dos cintas procedentes de Hollywood. Fracasada la colaboración con d’Arrast y abortados sus deseos de volver a establecer contacto con Hollywood, Neville le da la vuelta a todas estas ideas y decide trabajar desde lo esencial en solitario con un ojo puesto en Francia y otro en Estados Unidos.

Para poner en marcha su nueva producción Neville arma una especie de escaleta que es poco más que una enumeración de situaciones que ilustrarán los diferentes cantes y la locución en la que se resumen veinticinco años de flamencología. Neville detalla un desarrollo que luego desbaratará totalmente al enfrentarse en el montaje al material rodado. Comienza invocando a Falla para desgranar, por este orden: serranas, alegrías, tientos, saetas, martinetes, deblas, cañas, polos, livianas y granadinas, cantes de las minas, cantes de Levante, malagueñas, verdiales y zambras para terminar con unas bulerías interpretadas por el ballet de Pilar López que resuenan por toda España. El último plano, el 213, debía ser “un mapa de Andalucía. Sobre él los bailaores siguen bailando. El ruido del ritmo es ensordecedor”. Se trata, por tanto, de un recorrido geográfico por el cante flamenco a partir de la definición de lo “jondo”.

Ésta es la documentación que presenta con su productora a la Dirección General de Cine y Teatro para obtener el preceptivo permiso de rodaje. El presupuesto estimado se cifra en 3.708.447 pesetas. Se prevé el uso de 36.000 metros de negativo. No es una cifra elevada si tenemos en cuenta que cada fotograma consume el doble de material virgen… en blanco y negro, eso sí. Esta partida, a razón de 8 pts./m se eleva a 288.000 pts. A ello hay que sumarle el tiraje del copión y las copias. Aún así, uno de los capítulos más altos es el artístico: 400.000 pesetas deben cobrar Pilar López y su ballet, la mitad de esa cifra Antonio y la cuarta parte Mary Emma. Además, cuenta con la colaboración de cantaores como Jacinto Antolín “Niño de Almadén”, Aurelio Sellés “Aurelio de Cádiz”, Cristóbal Gil Gómez “El Niño de la Cantera” o Manuel Terrón “Manzanilla”, y de guitarristas como Luis López “Maravilla”, “Badajoz”, Rafael de Jerez, Manuel Moreno “Moraíto Chico” y “El Poeta”. Vale decir, el quién es quién de su timpo.



Duende y misterio del flamenco (1952) 
Productora: Producciones Edgar Neville para Cesáreo González - Suevia Films (Madrid) 
Director: Edgar Neville. 
Fotografía: Enrique Guerner.
Intérpretes: Antonio, Pilar López y su Ballet Español (Roberto Ximénez, Alejandro Vega, Manolo Vargas, Alberto Lorca, Dorita Ruiz, Rosario Escudero), Elvira Real, Pacita Tomás, Mary Luz Galicia y la colaboración de: Aurelio Sellés (como cantaor), Conchita Montes (como “la tapada de Vejer) y Juan Belmonte (en su última faena). Locución: Fernando Rey. Bailaoras: Juanita Acevedo, Mely Jardines, Merceditas Broco, Juana Loreto, Carmen Bernal, Rosarito Arriaza. Bailaores: Manuel Romero, Juan Ángel y Roque de Jerez. Cantaores: Jacinto Antolín “Niño de Almadén”, Aurelio Sellés “Aurelio de Cádiz”, Antonio Mairena, Pedro Giménez “El Pili”, Cristóbal Gil Gómez “El Niño de la Cantera”, Manuel Terrón “Manzanilla”. Cantaoras: Lola de Triana, Bernarda y Fernanda de Utrera, Carmen Ruiz.
Color por Cinefotocolor. Normal. 97 min.
Estreno: Madrid, Coliseum: 15 de diciembre de 1952; Barcelona, Windsor: 24 de abril de 1953. 

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